
Donde el mar se funde con el cielo
Abetos imponentes, montañas nevadas y kilómetros de curvas: todo en un día de ruta por la costa oeste de Canadá
TEXTO: ANDRA NEDELCU
FOTOS: JACK MADELEY
En el mundo de las motos se suele decir que “cuatro ruedas mueven el cuerpo; dos ruedas mueven el alma”. Poseer y pilotar una moto te hace sentir invencible. Crea una sensación de la más pura libertad, y por un momento te sientes abierta a cualquier aventura que te depare la vida.
Soy una entusiasta de las motos desde hace más de 20 años. A medida que he ido evolucionando, desde la conducción de una pequeña moto de trail hasta competir en motocross y, ahora, la conducción de una Harley-Davidson®, una cosa ha permanecido constante: la alegría que me han proporcionado las motos por los caminos, los circuitos o por la carretera abierta. Aunque pasé la mayor parte de mis 20 años volando en circuitos de motocross, a mis 30 años descubrí el puro disfrute que ofrece una carretera de curvas. Pilotar la mejor moto del mundo y vivir en uno de los lugares más bellos es una receta garantizada para algunos viajes inolvidables. Pero antes de contarte mi viaje por una de las rutas motociclistas más espectaculares de Norteamérica, permíteme retroceder un poco en el tiempo.
En mis 37 años he tenido la suerte de experimentar gran parte del planeta desde unas perspectivas muy divertidas y emocionantes. Desde el paracaidismo en Nueva Zelanda hasta el kiteboarding en Costa Rica, pasando por el parapente en Suiza y el esquí en innumerables estaciones de todo el mundo, podría decirse que siempre he perseguido la aventura. Mis padres hicieron las maletas y dejaron Europa del Este en 1997. Se sintieron atraídos por la Costa Oeste de Canadá por sus montañas mundialmente famosas y sus épicas historias de esquí. Como he competido en esquí desde que tengo uso de razón, fue natural que mis padres eligieran la costa norte de Vancouver como nuestro nuevo hogar. En 2010, entré con orgullo en el escenario mundial al competir en los Juegos Olímpicos de Invierno en la modalidad de esquí freestyle. Fue la cúspide de todo lo relacionado con la aventura hasta ese momento de mi vida.
Tras retirarme del esquí en 2011, tomé la decisión de regalarme una moto Harley-Davidson, algo con lo que había soñado durante años mientras practicaba motocross. Me pareció que era el momento adecuado para pasar de los deportes aéreos a disfrutar de la vida tocando un poco más el suelo. A pesar de haber visitado algunos lugares increíbles y de haber probado algunas de las actividades más divertidas que se puedan imaginar, todavía no he encontrado algo que me entusiasme y calme la mente al mismo tiempo como lo hace el motociclismo. Solo un compañero motorista entenderá realmente el modo en que una moto estimula el espíritu en carretera.


CURVAS Y MÁS CURVAS
Vivir en la Costa Oeste me permite explorar algunos de los paisajes motociclistas más pintorescos que ofrece Canadá. Con interminables elevaciones, curvas, vías fluviales, picos nevados y áridos desiertos, cada viaje es más espectacular que el anterior.
Actualmente defino Horseshoe Bay como “el patio de mi casa”, y me siento afortunada de poder rodar por la pintoresca Sea to Sky Highway (también conocida como Highway 99) en cualquier momento. Este tramo de carretera de fama mundial y que conecta Vancouver con Whistler, tiene algunas de las vistas más impresionantes del noroeste del Pacífico. Desde las montañas nevadas que hunden sus raíces rocosas en el océano Pacífico hasta las águilas calvas que se elevan y se posan en gigantescos pinos encaramados en las orillas del río Squamish, alimentado por los glaciares, uno no puede evitar preguntarse si este lugar es real.
ENTRE EL PAISAJE DE CUENTO, LA VIDA SALVAJE Y MI PRECIOSA MOTO, FUE OTRO DÍA INOLVIDABLE DE REDESCUBRIMIENTO DEL “PATIO TRASERO DE MI CASA”
Esta mañana en particular, decidí empezar el día temprano y aprovechar las condiciones perfectas para ir en moto. Como madre de dos niñas menores de tres años, puedes imaginar que días como éste son increíblemente raros y especiales. La mayoría de los días apenas encuentro tiempo para prepararme ni una taza de café y mucho menos para subirme a la moto. Pero hoy era mi día. Me preparé, me subí a mi Iron 883™ y saludé a las niñas mientras salía de la entrada.
Al girar hacia la autopista 99, me recibió inmediatamente un ferry que entraba en la bahía desde Nanaimo con un fondo tan pintoresco que no pude evitar mirar dos veces. Fue un viaje tranquilo hasta mi primera parada en el Parque Provincial de Porteau Cove, a lo largo de la costa de Howe Sound. Situado en el fiordo más meridional de Norteamérica, el parque suele sorprender a los visitantes con avistamientos de focas y orcas. Normalmente me detengo aquí para contemplar las increíbles vistas y casi entrar en un estado de meditación mientras escucho las olas rompiendo en la orilla.
Detenerse a lo largo de la Sea to Sky es también una forma segura de conocer a otros motoristas, y por supuesto no fui la única que se detuvo en Porteau Cove. Aparte de la oportunidad de conocer nuevos lugares y sentir cierto tipo de libertad, conocer a personas con ideas afines es una de las cosas que más me gustan de ir en moto. Después de intercambiar algunas historias y sugerencias de rutas, volví a subirme a mi Harley® rumbo a Squamish.


UN PARAÍSO DE LA NATURALEZA
Al pasar por Britannia Beach, una pequeña comunidad justo al lado de la 99, vi una pequeña y estupenda cafetería escondida junto a la entrada de la antigua mina de cobre e hice una nota mental para recordar parar ahí de camino a casa.
Una vez en Squamish, decidí explorar el río del mismo nombre un poco más. La sinuosa carretera que abraza sus orillas es como un patio de recreo asfaltado en las tierras bajas del valle de Squamish. Los altísimos cedros crean túneles a lo largo de la carretera, formando una especie de retrato del país de las maravillas. Estaba en una nube cuando sentí que mi última salida en moto de la temporada había estado a la altura de mis expectativas. Me sentí relajada y recargada, y una vez más, completamente asombrada por este lugar mágico al que tengo la suerte de llamar hogar.
A las afueras de Squamish, me separé del Océano Pacífico entrando en la magnífica cordillera Tantalus. Con numerosos miradores a lo largo de la ruta, uno puede perder fácilmente la noción del tiempo mientras se pierde en la belleza que le rodea. Es cierto que la Sea to Sky Highway podría recorrerse en un día, pero es imposible absorber y apreciar plenamente los cambios de terreno, temperatura y paisaje si vas a toda velocidad. Sin embargo, al disponer de solamente un día de descanso y relax, tenía que marcar mi destino en Whistler antes de empezar a regresar.
Entre el paisaje de cuento, la vida salvaje y mi preciosa moto, fue otro día inolvidable de redescubrimiento del “patio trasero de mi casa”. De camino a casa, me detuve a tomar mi ansiado café antes de volver con mis hijas. Espero que ellas también se aficionen a las motos, y que un día pueda compartir con ellas la alegría de pilotar mientras exploramos la Sea to Sky y más allá. Hasta entonces, aprovecharé los raros y especiales días en los que puedo subirme a mi moto y disfrutar de un tipo diferente de pareja –los dos rugientes cilindros en V de mi Harley.
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