No dejes de rodar

Para el miembro del H.O.G.^® David Toste-Bello Dorta, ir en moto le ha supuesto una forma de terapia tras una tragedia familiar, y también inspirado un nuevo proyecto creative

Siempre me han gustado las dos ruedas. Empecé montando en bicicleta: de niño, recorría las montañas de Tenerife, mi tierra natal, con amigos, y disfrutábamos de cada momento. Unos años después, cuando me trasladé a la península para estudiar, una de las primeras cosas que hice fue comprarme una bicicleta. Me dio libertad para ir más lejos. Sin embargo, no fue hasta 2012 cuando oí el sonido embriagador de un nuevo tipo de libertad.

A mi padre le gustaba conducir motos desde muy joven. Empezó con una Mobylette que le prestó su cuñado hasta que pudo permitirse una propia: una Ducati 750. Iba en moto con mi madre a todas partes, en verano, en invierno, con sol o con lluvia. Pronto, su familia creció, así que tuvieron que cambiar aquella hermosa máquina por un coche. Aunque no tuvimos moto en casa durante mucho tiempo, siempre hablábamos de ellas.

Años después, en 2012, mi padre volvió a tener ganas de ir sobre dos ruedas. Aún recuerdo cuando fuimos a recogerla: ¡yo iba gritando en el coche detrás de él! Podía sentir la emoción en cada giro del acelerador de su nueva Sportster^® 883 Superlow.

Desde aquel día, teníamos otra cosa en común. Iba a todas partes con mi padre, y él me enseñó muchos lugares diferentes de nuestra increíble isla y de otras islas cercanas. A veces, le acompañaba cuando asistía a las reuniones del Chapter del H.O.G.^® de Tenerife. Fuéramos donde fuéramos, siempre había vistas impresionantes, emociones fuertes y momentos especiales.

Pero entonces, un día de abril de 2018, todo cambió. Mientras hacía senderismo por el Teide, mi padre casi había alcanzado la cima del volcán cuando sufrió un infarto a los 58 años, y mi mundo se vino abajo. En aquel momento vivía en Inglaterra, y de alguna manera me pareció más fácil aventurarme en lo desconocido que volver a casa, a la isla. Pero volví a este lugar con su ritmo relajado, donde a menudo parecía que no pasaba nada… hasta que comprendí lo bueno que es vivir así.

Semanas después, me resultaba muy difícil incluso entrar en el garaje. La máquina que allí descansaba me había provocado demasiadas emociones tan profundas y me había proporcionado momentos increíbles con mi padre. Pero poco a poco, a solas con mis sentimientos, pude entrar, levantar la funda y contemplar aquella hermosa motocicleta. No podía verla como algo a olvidar: sólo tenía que sacarme el permiso, así que lo hice, y más de un año después del fallecimiento de mi padre, me encontré conduciéndola, sin dejar de llorar, reír y gritar dentro del casco. Era una mezcla embriagadora de emociones.

Ir en moto pronto se convirtió en una obsesión, una extensión de mí. Fui en moto a todas partes y descubrí muchos lugares de la isla; aún hoy sigo descubriéndolos. Fui en moto al resto de las Islas Canarias, y también me uní al Chapter de Tenerife, donde he hecho muchos amigos nuevos, además del placer de formar parte de la antigua comunidad de mi padre.

Actualmente, combino este mundo Harley con mi pasión por la fotografía. Mi objetivo es hacer un retrato de cada motociclista que encuentre con su máquina, anotando su nombre completo y el modelo y año de su moto. Mi objetivo es elaborar un portafolio fotográfico que muestre la diversidad de amantes de las H-D^® que viven aquí, en medio del Océano Atlántico.

¿Y qué más? Este mismo año, para celebrar que cumplo 30, me embarcaré en un viaje de unos tres/cuatro meses aproximadamente por el Sudeste Asiático con uno de mis mejores amigos de siempre. Alquilaremos muchas motos en distintos lugares hasta que lleguemos a Vietnam, donde tenemos la idea de comprar una moto en el Norte y recorrer el país completo. No sé cuándo acabará todo esto, pero es algo adictivo.  Cada día es más y más grande.

@harleydavidsonridersivemet

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