
Una ruta de récord
George “Usco” Ellis fue uno de los primeros motociclistas más populares de Estados Unidos y consiguió rebajar la impresionante cifra de once horas del récord para el trayecto entre Boston y Chicago en 1923 Él mismo escribió un artículo para The Enthusiast® detallando la aventura con sus propias palabras.
Imágenes cortesía de Harley-Davidson Archives
En un número de 1923 de The Enthusiast®, el vendedor de H-D® George “Usco” Ellis contó la historia de cómo él y el pasajero de su sidecar, Harold Haskard, viajaron desde Boston a Chicago en un tiempo récord. El tono sobrio de Usco y su forma de contar las cosas no reflejan su impresionante hazaña, que logró llevar a cabo a pesar de las gélidas temperaturas y los fuertes vientos para batir el récord que había establecido un año antes en otra motocicleta de otra marca.
Habiendo viajado ya mucho en su nuevo papel de vendedor, Usco quedó impresionado por la fiabilidad de su H-D modelo 1923: “Aprendí a depender de la resistencia y fiabilidad de la bicilíndrica de 74 pulgadas cúbicas con sistema eléctrico de 1923”.
Usco se dio cuenta de que otros pilotos y concesionarios le preguntaban a menudo cuándo intentaría batir su propio récord de Boston-Chicago en una Harley®, y cuando se enteró de que se requeriría su presencia en la escuela de mecánicos de la Motor Company en Milwaukee hacia finales de año, le pareció la oportunidad perfecta para matar dos pájaros de un tiro.
Tras obtener permiso para emprender el viaje, Usco se puso en marcha sólo dos días después con un nuevo récord en su punto de mira. Saliendo de Boston poco después de las 6 de la mañana en un día “frío y cansado”, él y Harold lucharon frente a un viento en contra mientras viajaban hacia la ciudad de Springfield.

“No necesito explicar el estado de la carretera, pero a quienes no estén familiarizados con ella, les diré que es como pilotar encima de una mesa. Usando todo lo disponible menos los frenos y lo que nos pareció tanto a Harold como a mí, todo el viento del país en contra, llegamos a Springfield, a una distancia de cien millas de Boston, en dos horas y veinte minutos, estableciendo un nuevo récord entre Boston y Springfield.”
Al llegar a Nueva York, el hogar de su familia, Usco se detuvo para visitar a su esposa enferma, pero no fue muy explícito con ella acerca de lo que estaba haciendo.
“Debido a la enfermedad de mi mujer, no la hice partícipe de mis planes de batir un récord. Sin embargo, me detuve en Yonkers para despedirme. Esto me quitó unos 10 minutos de tiempo, pero no lo deduje de mi tiempo transcurrido porque pensé que era un asunto personal y no debía incluirse en la carrera.”
Aparte de ese desvío de 10 minutos, el primer retraso real del dúo fue una espera de cuarenta y cinco minutos en el río Susquehanna, donde Usco y Harold se encontraron con un tren de mercancías que les bloqueaba el paso por el cruce: “nuestro primer contratiempo real”. Cuando el tren finalmente siguió su camino, se dirigieron a York, Pensilvania, donde fueron recibidos por Harry O. Young, un concesionario local, y un grupo de entusiastas motociclistas. Tras un breve descanso, partieron junto a otro concesionario, Mark Seifert, para afrontar el terreno montañoso de la parte final del viaje. Éste resultó ser quizá el mayor reto del mismo, y su compañero se vio obligado a abandonar la ruta a causa de la rotura de una válvula.
“La última montaña, el monte Summit, creo que lo llaman, tiene una altitud de 900 metros, y estaba cubierta de nieve. Nevaba y el viento soplaba con fuerza. Fue en esta montaña donde hice mi primer y único cambio a primera. Desde entonces hasta Chicago, fuí siempre con la marcha más larga. Los que habéis pasado por estas montañas podéis apreciar lo que esto significa”.
Usco pasa a describir el impacto de estas condiciones meteorológicas adversas con un escalofriante detalle.
“Desde que salimos de Boston, la mano derecha de Harold se había hinchado el doble de su tamaño normal, a causa del esfuerzo por apartar el delantal del sidecar que sostenía para romper el viento. Tenía la cara tan hinchada que me sentía mejor si no lo miraba. Tenía los labios hinchados el doble de su tamaño normal… Con la nariz goteando, los labios agrietados y también empezando a sangrar, los párpados cerrándose lentamente, era una auténtica guerra luchar contra el frío intenso y los vientos invernales.”

A pesar de que Usco y Harold estaban sufriendo las inclemencias del tiempo, la moto se comportó muy bien, sin problemas mecánicos ni de neumáticos durante aquel increíble viaje de 1590 km. ¡Esto demuestra que las Harleys estaban tan bien construidas hace 100 años como lo están hoy!
“No he dicho nada de mi motor porque había olvidado que tenía un motor montado en el chasis. Nunca falló una pistonada ni se negó a responder al giro del acelerador. ¿Qué más puedo pedir?
A medida que se acercaba su destino final, el cansancio demostró ser la condición más dura a la que se enfrentaron los pilotos. Usco describe haber sufrido alucinaciones en la carretera, y en un momento dado estuvo a punto de sufrir un accidente cuando se salió del asfalto para pasar por debajo de un arco que resultó no existir. En ese momento decidió sabiamente tomarse un descanso y buscaron refugio en un garaje local, donde el siempre práctico Usco se dedicó a restablecer sus facultades.
“Caminé arriba y abajo por el garaje durante una hora entera. Después de esto, empecé a sentirme de nuevo yo mismo y reemprendí el camino hacia la ciudad del viento”.
Las duras condiciones meteorológicas se negaron a amainar en el tramo final de la travesía, pero para entonces la determinación se había impuesto: “Me recompuse y apreté el acelerador. Le dije a Harold: esta vez es Chicago o la derrota”. Y así fue como los dos llegaron a Chicago Heights a las 7h50 de la mañana del viernes, recortando 11 horas al récord anterior con un tiempo de pilotaje de 43 horas (más los 10 minutos que Usco pasó hablando con su mujer, por supuesto). El tiempo total empleado fue de 49 horas y 45 minutos, pulverizando decisivamente el récord anterior de 100 horas.
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