¿Se puede ir en una Harley-Davidson por el Sahara?

El miembro del H.O.G.^® Jean Julien Gazet puso a prueba su Road King^® en una espectacular ruta por el corazón de Marruecos

¡Qué calor hace! Paro en una gasolinera a las afueras de Midelt, una ciudad situada en la altiplanicie entre las cordilleras del Medio y el Alto Atlas. El empleado de la gasolinera dice que a partir de aquí hacia el sur siempre hace “beaucoup du soleil” (mucho sol). Son aproximadamente las 11 de la mañana y el termómetro a la sombra marca 41°C; quién sabe lo que hará a pleno sol.

Me gusta conducir hacia destinos lejanos: la sensación de aventura, de estar en la carretera durante semanas seguidas, para mí esto es lo que significa tener una Harley-Davidson^®. Compré mi Road King^® en 2022 para hacer largos recorridos con mi mujer, o por mi cuenta, y ha sido la moto perfecta. Conserva el aspecto y el espíritu clásicos de Harley-Davidson a la vez que es cómoda para conducir durante todo el día, a dos o en solitario. El año pasado decidí viajar en moto desde el Reino Unido hasta el desierto del Sáhara, y pasé seis meses estudiando rutas y lugares que ver por el camino.

Llegué a Tarifa tras cinco días en ruta por Francia y España, y tuve mi primera vista de África a través del estrecho mientras subía a mi hotel en las afueras de Casa dos Aguas, en lo alto del punto en que el Mediterráneo se encuentra con el Atlántico. A la mañana siguiente, fui hasta el puerto por una ruta espectacular que descendía por la montaña hasta la costa, con magníficas vistas del Jebel Musa, en la costa norte de África. Llegué al puerto y me puse en fila con la docena de personas que esperaban para embarcar en el ferry, junto a otros dos motoristas. El viaje en ferry de Tarifa (España) a Tánger (Marruecos) fue fácil y sin incidentes, y los controles de pasaportes y aduanas fueron sencillos. Me expidieron un permiso de importación de seis meses para mi Road King y me puse en marcha.

La primera parada fue en un banco de Tánger para conseguir algo de moneda marroquí, que no está disponible fuera de Marruecos, y luego me dirigí a Tetuán a través de colinas y olivares; el paisaje me pareció muy parecido al sur de España. Descendí por las montañas del Rif hasta Ouazzane, crucé el Col du Zeggota y bajé por carreteras llenas de curvas hasta Fez, conocida a menudo como la capital cultural del país. Es conocida sobre todo por su medina amurallada de Fez El Bali, de arquitectura medieval meriní, vibrantes zocos y un ambiente del viejo mundo.

Al día siguiente salí temprano hacia Ifrane, una ciudad que bien podría estar en Francia, con sus parques, sus carreteras arboladas y sus señales de tráfico en árabe y francés. Subí por las montañas del Atlas Medio y pasé por el Col du Zad hasta llegar a las llanuras altas, luego a Midelt y volví a subir a las montañas del Atlas por las gargantas del Ziz, y finalmente volví a bajar por el calor abrasador hasta Errachidia. De Errachidia a Merzouga estoy en el desierto y el calor es intenso; tienes que tolerarlo y no dejar que te afecte. Ocho kilómetros más allá de Merzouga y llego a mi hotel, un Dar (casa) tradicional marroquí con las dunas de arena del Erg Chebbi detrás. Esto es el Sáhara…

Al día siguiente, salgo temprano para atravesar el desierto hasta Tinghir, pero antes de irme, no puedo resistir la tentación de alquilar un quad y adentrarme en las dunas de arena. Tienes que ir acompañado de un guía, porque en pocos minutos pierdes la orientación, pero es una experiencia estupenda y, aunque he conducido mi Road King fuera del asfalto, no habría podido hacer frente a las dunas.

El camino a Tinghir atraviesa un duro desierto con pequeños grupos de camellos y cabras salvajes –o huidos–, con hileras de acacias sin hojas al borde de cauces secos. Tinghir es una ciudad desértica situada a lo largo de un oasis fluvial al pie de las montañas y aparece de repente en el desierto. La gasolina era un problema, ya que no había en ninguna de las cuatro gasolineras de la ciudad; sin embargo, a la mañana siguiente había habido una entrega, y pude llenar el depósito listo para cruzar las altas montañas del Atlas (la siguiente parada para repostar estaba a 190 kilómetros).

Las montañas del Alto Atlas son impresionantes. Las vistas son inmensas, y ninguna fotografía puede hacer justicia a los desfiladeros, barrancos y amplios valles. Pasé junto a una “barrière à neige” (barrera de nieve) abierta, extrañamente incongruente con aquel calor abrasador. Subí hasta el Tizi n’Tichka, a 2645 m, donde no hay más que grava y roca, sin plantas de ningún tipo, y luego seguí hasta la ciudad de Imilchil. Parece mentira que esta ciudad esté cubierta de nieve en invierno. A continuación hay un descenso empinado y sinuoso y llegué a la ciudad de Beni-Mellal.

Después del desierto, me dirigí a la costa, a Casablanca, luego a los antiguos puertos amurallados portugueses de El Jadida y Essaouira, y después de vuelta al interior, a Marrakech. Pasé unos días de relax en Marrakech con mi mujer, que había volado para pasar un fin de semana largo viendo los lugares de interés de la antigua ciudad marroquí. Después de Marrakech, me dirigí a la ciudad amurallada de Meknes y a la ciudad española de Ceuta al día siguiente, donde cogí el ferry de vuelta a Algeciras. Tras cinco días de viaje por España y Francia, estaba de vuelta en casa.

Fue un viaje estupendo, rodar por las montañas del Atlas y el desierto del Sáhara fueron experiencias únicas. Cuando estuve al sur de las montañas no encontré ni un solo motociclista, y mucho menos alguien con una Harley-Davidson; durante muchos días fui el único europeo de paso. La Harley^® soportó perfectamente las montañas y el desierto, y no le afectaron en absoluto las altas temperaturas. Mi Road King era un foco de atención inmediato allí donde me detenía, y grupos de niños salían corriendo a saludarme cuando pasaba por pueblos y aldeas. Para mí, esta aventura es lo que significa tener una gran moto Touring.