
Vivir mi segunda vida
Cuando un desgraciado accidente destrozó su mundo, Bob Rees, miembro australiano del H.O.G.®, tenía dos opciones: rendirse o empezar de nuevo. Esta es la historia de cómo un hombre ha generado una “segunda vida” cargada positivamente desde las profundidades de la desesperación absoluta.
Texto: Steve Moore
Ocurrió el 19 de julio de 2019, mientras pilotaban por una zona aislada del norte de Malawi. Chris y Bob Rees, residentes en Australia, eran unos auténticos fans de los viajes en moto y ésta era su segunda gran ruta por África.
“Fuimos arrollados en un estrecho puente de un solo sentido que estábamos cruzando”, explica Bob. “Ya estábamos en el puente cuando apareció un coche al otro lado, que siguió acelerando hasta que chocó contra nosotros. No tenía adonde ir”. Al caer al suelo, Bob (que ahora tiene 75 años) supo al instante que se había roto la espalda. Mientras tanto, Chris, que iba en el asiento del pasajero, había conseguido incorporarse a pesar de las heridas. “Pensé que estaba bien”, dice Bob.
Sin ambulancias ni calmantes de ningún tipo, los habitantes del pueblo cargaron a la pareja accidentada en la parte trasera de un camión de tres toneladas para llevarla al hospital más cercano. Trágicamente, tras cinco horas dando tumbos por una carretera en mal estado, Chris falleció. “Una embolia de grasa, como un coágulo de sangre, fue de su rodilla hasta el cerebro”. Bob hace una pausa. “Llevábamos 47 años casados, habíamos formado una familia y nos dedicábamos a viajar en moto. Ella lo era todo para mí. Estaba desconsolado y sentía un dolor extremo”.


Dice que le habría resultado mucho más fácil morir allí mismo, pero sabía que tenía que seguir viviendo por el bien de sus dos hijas, Alex y Katrina, y de sus nietos. “Habría sido horrible para ellos que yo también hubiera fallecido”.
La recuperación fue lenta. Bob estuvo hospitalizado más de cinco meses. “Fue duro, pero al mismo tiempo estaba pensando cómo podría volver a pilotar una moto. Es lo que Chris habría querido”, dice mientras le viene a la memoria otro recuerdo de aquel fatídico día. “Mientras ella agonizaba, conseguí darme la vuelta para que pudiéramos cogernos de la mano y decirnos lo mucho que nos queríamos. Dijo que habíamos compartido una vida fabulosa y que no querría cambiar nada”.
Bob ve esto como una segunda vida. “Mi primera vida fue con Chris e hicimos todas estas cosas”, dice. “Ahora, me siento como si hubiera fallecido y regresado, así que necesito que esto tenga sentido. Si no, no vale la pena”.


La larga lista de lesiones sufridas en el accidente ha dejado a Bob parapléjico en silla de ruedas, con placas y tornillos por todo el cuerpo. A pesar de ello, está decidido a seguir viviendo. Ya ha remodelado su casa de Albany, en Australia Occidental, y ha modificado su coche para poder vivir de forma independiente, mientras que su Harley-Davidson® Sport Glide® con sidecar, ampliamente modificada, constituye una parte importante de su plan de vida.
Anteriormente, Bob y Chris habían confiado en las motocicletas BMW. Su BMW R1000RS original de 320.000 kilómetros es una de las muchas motos que aún posee, incluida una Harley-Davidson Modelo J de 1923. Ahora, con unas necesidades muy diferentes, Bob iba a necesitar un medio de transporte muy modificado. Se necesitaba un vehículo donante y la Sport Glide era una combinación ideal. El chasis independiente de la suspensión, el escape con salida por un solo lado y la baja altura del asiento eran solo algunos de los muchos factores positivos.
Así que, con la ayuda técnica de un buen amigo, Brendan Flower, empezó la reforma. Las adaptaciones realizadas hasta la fecha incluyen una rampa hidráulica con batería de reserva, un depósito de gasolina adicional de 16 litros, un baúl de gran tamaño para la gran cantidad de parafernalia médica que Bob necesita transportar y una cómoda de viaje adaptada. Los 100 kilos adicionales la convierten en una bestia de maniobrar, pero le ha dado a Bob (un orgulloso galés, de ahí el dragón del sidecar) la libertad de vivir plenamente su segunda vida y de viajar una vez más. A principios de este año, embarcó el trike rumbo al Reino Unido y voló para iniciar su primera aventura en moto en solitario.


En primer lugar, necesitaba visitar a su familia en Cardiff (Gales) y a un viejo amigo que ahora vive en Edimburgo (Escocia). Después, Bob se dedicó a visitar a personas de toda Europa, muchas de ellas con historias similares de traumas y recuperación. Christophe, un piloto de motos deportivas manco de Francia; Tirns, un motorista holandés de Harley que sólo tiene el brazo y la pierna derechos y ha construido su propio trike; y otro holandés que quedó tetrapléjico tras un accidente de coche. “Jelle tenía un barco de 12 metros que su pueblo había transformado para él. Me invitó a quedarme para que pudiéramos salir al agua”.
Como ávido aficionado a la competición, Bob tenía muchas ganas de asistir al TT de la Isla de Man. Allí conoció al piloto australiano Cam Donald, dos veces ganador del TT, y al británico Colin Stockdale, que proporcionó un pase de paddock a Rees Rig para acceder a los boxes y a su carpa, algo que normalmente sólo está reservado a las motos de equipo. También se encontró con varios pilotos discapacitados, entre ellos el neozelandés Grant “Mad Dog” Madden, que padece una esclerosis múltiple muy avanzada, y a quien Bob llevó a dar una vuelta al emblemático circuito en su sidecar.
Bob lucha continuamente por mejorar las instalaciones para los discapacitados y descubrir tantas almas afines no hace más que añadir gasolina a su fuego. “Lo más loco es que nunca habría llegado a conocer a todas estas personas increíbles si no hubiera sido por el accidente”, reflexiona. “Dondequiera que voy, la gente se sorprende inicialmente de que haga esto por mi cuenta, sin un cuidador. El hecho de que esté pilotando una moto no hace sino aumentar su asombro”, afirma.


Otra faceta de la segunda vida de Bob es la música. Inicialmente pensada como una forma de terapia, ha descubierto una pasión por escribir e interpretar sus propias canciones, y ahora ha publicado un álbum en Spotify titulado The Journey. Esto le proporciona otra plataforma para difundir su mensaje.
“He pasado los últimos tres años defendiendo a la comunidad de discapacitados, intentando mejorar las cosas y hacer que mi segunda vida merezca la pena”, afirma. Colabora estrechamente con el ayuntamiento de su localidad y da charlas regularmente sobre vivir con una discapacidad y sobre cómo pueden mejorarse las cosas.
Bob admite que todavía hay días muy duros, pero su entusiasmo por la vida es contagioso. “Sigo echando mucho de menos a mi mujer, pero tengo que superarlo y seguir adelante”, afirma. Su próxima parada es Estados Unidos y Canadá. ¡Mira este espacio!
Bob está enormemente agradecido a Harley-Davidson por toda su ayuda y quiere dar las gracias a todos los que le han apoyado hasta ahora en el viaje de su segunda vida.
Podéis seguirle en Facebook y también aparece en empoweredpara.com, una edificante fuente de información para cualquier persona que viva con una discapacidad.
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